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La muestra Espacio y tiempo de Damaris Cruz, surge de la recopilación fotográfica llevada a la pintura, en donde el eje temático discursivo interactúa con la cotidianidad, el estar presente en espacio y tiempo, y se apalabra la estructura ósea de la casa. Una secuencia de ocho ilustraciones en medio mixto y la instalación con retazos de “El vaivén del reposo”(2015), son los trazos para una respuesta lúdica de luces, colores y espacios. El espectador rememora planteándose las rutinas del ocio; las carencias, las relaciones interpersonales, las llegadas y las partidas que decodifican aquellas estancias en la línea del tiempo. El hogar se habita y se desarticula para enarbolar desde la simpleza al detalle. La fotografía de los pequeños recuerdos se arropa de polvorín quieto. Las jaulas abiertas son encierros sutiles y fantasiosos.
La técnica de la artista cuenta con una fuerza poética: el resguardo de las horas abatidas por la ausencia de electricidad, las inclemencias del tiempo post-huracanada. Podría asumirse una secuencia cronológica para contar una historia que sale del lugar seguro para regresar a la hora y pico de la noche. De vuelta al hogar, allí donde replanteamos la naturaleza del sueño; la casa es ficción, es el abrir y cerrar de ojos. Es desde el hogar que observamos lo externo. El campo visual atrapa en ceguera los pequeños retazos que el segundero va desplazando, en ocasiones son algunas ruinas y picadero soñoliento de cera encandilada. El imaginario onírico se reconforta con girasoles boca abajo en escenas de colores incompletos. Asopao' a principios de noviembre, Trance en septiembre, desde la raíz al polen se repliega el comienzo, y se fragua en la entre sala Otro ramo marchito. El hogar yace abierto, es a su vez la casa un edredón, nuestro primer universo.
-Idalís García Reyes
Recopila una selección de fotografías llevadas al medio de la
pintura. La exhibición de la Doña quien, culí pandea –al son de
Luís Pales Matos, con sus labios rojo carmesí, pulseras de
plástico, mirada espeluznante y de trajecito vivaracho; abre
su puesta en escena desde las calles de la ciudad. El
personaje se ha apoderado de los rolos desmedidamente,
del pelo lacio , de la lluvia que al caer nos interrumpe con
grifos rizos, desenmascarando los estereotipos de la belleza
y la cursilería.
Es la mujer criolla contemporánea, que durante
sus actividades cotidianas replantea desde el sentimentalismo
del Kitsch tropical, las creencias y tradiciones del quehacer
propio del discurso femenino. Es inevitable retomar el dialogo
sobre el recuerdo del desuso y la memoria ;como por ejemplo,
las tacitas de muñecas que repletas de polvo nuestras
abuelas guardaban en el chinero de madera que ya nadie
visita. De ahí nace la Doña, de retomar las reminiscencias del
pinta uñas que cae al piso y se desgrana. Del rolo que
envuelve sus cabellos en un intento de hacernos ciudad y
retroalimentación de los callejones de nuestra pobreza.
La Doña, es la mirada que recoge los restos que forman un
pastiche cultural y tal vez, de un imaginario nacional. La Doña
podría ser cualquiera, casi a una suerte de nombrarse como
María, Juana, Milagros, Carmen o Asunción; tanto así, en el
caribe como en la diáspora. La Doña va en una búsqueda de
las barreras, de romper con la incomodidad del personaje
ordinario observado desde el lente de la cámara a las
pinceladas en la madera.
- Idalís García Reyes
Humareda nace de la Explosión de la refinería CAPECO (23/10/2009). La petroquímica fue construida para el año 1955. La misma prometía los ingresos de un país con una economía de primer mundo. El gobierno por su parte puso en riesgo la salud de la gente, como a su vez al ecosistema de la isla.
Recuerdo la explosión: el caos llevó al país a un estado de pánico. No era para menos, aquella imagen era una gigantesca bola de fuego. Algo sublime. La explosión captó por completo la imaginación de la gente, tanto que se olvidaban que era un accidente. Todos querían admirar el fuego. Luego el humo. Parando el tiempo en un momento, lo que parecía ser una catástrofe paso a ser un total entretenimiento. Algunos se trepaban a los techos de sus casas, tomaban fotos mientras conducían, otros incluso hasta con sillas y neveritas lo observaban.
La experiencia de lo absolutamente grande esta unido a la conciencia de nuestro ser diminuto y débilmente plantado ante la inmensidad y el caos. Frente al enorme espectáculo del mundo la admiración se vuelve sobre el espectador como si fuera él mismo el creador de una belleza cuyo resorte es el amor por lo inconmensurable.
El humo poseía una estética particular de mucho poder en su sencilla delicadez, el cual solo podía inspirar belleza, desde un fino hilo blanco de humo que subiendo daba mil volteretas hasta lo que en este caso una inmensa nube grisácea, a veces blancuzca pero siempre tizna’ de negro.
El accidente me inspiró a crear, quise conservar esa escena en donde la belleza, la destrucción y la contaminación unidas logran la armonía. Aniquilando el espacio con cierto grado de horror; No parece ser, como emoción, un juego, sino seriedad en el que hacer de la imaginación.
A poco mas de un año tras la explosión para algunos ocupa un pequeño lugar en la memoria. Mi intención es recrear ese mismo estado mental que todos vivimos mientras observábamos el humo. Despertar eso que habita en el cerebro como algo que nos cojió de sorpresa permaneciendo en la memoria de los puertorriqueños.
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